En el caminar cotidiano se escuchan susurros, sutiles pero potentes suspiros, que brotan en las diversas formas como expresión de ESO que se quiere manifestar. En demasiadas ocasiones nuestra atención se diluye entre los ruidos de una sociedad acelerada, dividida, centrada en la adoración individual y aislada en el yo racional. Una forma de entender la vida desde fuera, alejada de ella, y así, perdemos la conexión con el universo, con la naturaleza, con la esencia y olvidamos que no se trata de tener, sino ser vida, y permitir que ella se haga a través de nosotros. Dejarse vivir por la vida, ser la respiración, con la atención puesta en cada paso que damos. El paso que nos impulsa a sentir el presente como presencia.
En esta sección abrimos un espacio de encuentro a través de la expresión que brota del silencio y que emerge de la quietud. Un espacio de espacio y despacio, caminando en el presente, compartiendo la vida que nos habita, atentos, atentas, a la magia y al amor que vibra en todo. La vida presente en la gotita de un limón, el néctar que suspira desde la flor de mayo, el agua de la tetera que sigue compartiendo efusiones vaporosas tras diez minutos de haberse servido el te, el pájaro carpintero que te despierta al amanecer con ese sonido hueco de la madera, la vida, la vida, en cada detalle de la presencia esencial. Estos son los sonidos del alma, la música que llega y es en el silencio, y desde aquí nos abrimos a la vida para compartir lo que a cada uno, a cada una, le llega.
Escuchemos los sonidos del alma
